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Adiós a Gento el rápido y el extraño caso de los Urdangarin-Borbón

Paco Gento

Guillermo Serrano Amat

Todos los días muere alguien. Cuando escribo este pedacito de texto le ha tocado morir a Paco Gento, que iba para centenario y corría como Usain Bolt, pero con zancadas de pobre.

Eran otros tiempos. Gento y Di Stéfano pertenecían a la especie humana, pero si no me lo hubieran jurado no lo habría creído. Gento asumía el papel de extremo izquierdo, que para los profanos es un futbolista que corre por la banda bordeando el lado izquierdo del campo, mientras que el extremo derecho corre por el lado derecho.

Di Stéfano, que era delantero centro y se plantaba frente a la portería en dos carreras, tenía la misión de meter goles, y la cumplía siempre.

Gento y Di Stéfano pertenecían a la plantilla del Real Madrid. Aunque eran coetáneos, el argentino llegó antes al club y aconsejó a don Santiago Bernabéu que fichara al cántabro porque era un huracán y arrasaba con todo. Un monstruo y otro monstruo hacen dos monstruos. Hoy, ambos forman parte de la mitología merengue.

Los viejos coleccionistas de cromos recordarán siempre a Gento y a Di Stéfano. No es para menos. También lo recordarán sus descendientes, en especial Paquita España, hija de una bailarina con la que el futbolista mantuvo ocho años de relación. Tras años de pleitos, un fallo judicial reconoce, una semana después de su muerte, la paternidad extramatrimonial del astro de Real Madrid gracias la acumulación de pruebas de ADN. La hoy hija legítima de Paco Gento logra así culminar una historia que comenzó en los años cincuenta y ha terminado con la muerte de Paco.

“Mi madre –dice su nieto- lo pasó muy mal por ser artista y madre soltera. Ella y mi abuelo dormían juntos en los hoteles y él le fue infiel cuando estaba embarazada. Este nieto fue el que puso en marcha el proceso para que se declarara la paternidad de Gento. Ahora, la pesadilla ha terminado.

Gento y Di Stéfano eran amigos y débiles ante la carne. El argentino también vivió un final disparatado y mujeriego. Un día, el periódico me pidió que entrevistara a Di Stéfano en calidad de viejo mito, y eso hice. No era muy simpático, pero sus sentencias iban a misa. Recuerdo que decía: “Me gustan las chicas con dos hoyitos al final de la espalda. Me parecen muy sexys”. Al decirlo, hacía un gesto con los dedos señalando dos puntos indeterminados en el aire. Después, suspiraba.

Iñaki Urdangarin

Adiós a Gento el rápido y el extraño caso de los Urdangarin-Borbón

Guillermo Serrano Amat

Esta semana ha sido fina, fina, filipina. El miércoles sonaron las campanas a rebato y en todos los rincones del país corrió la voz del romance entre Ainhoa Armentia e Iñaki Urdangarín, otrora duque de Palma, con residencia actual en Vitoria, donde trabaja en una consultoría y tiene un amor que hasta esta semana era secreto.

La vida de los Urdangarín Borbón ha sido un poema. Se casaron en la catedral de Barcelona mirándose a los ojos. Ella lucía un espectacular vestido de Caprile y tenía los ojos húmedos. Él daba la impresión de que se enamoraba por primera vez, pero no era del todo verdad. Más bien sería una o ninguna. Con la losa del tiempo caída sobre los hombros, Urdangarín es la imagen del hombre abatido. Los hijos le prestan el hombro.

Pablo Nicolás

Guillermo Serrano Amat

Pablo Nicolás, que juega a balonmano en el Barça, hace unos días fue abordado por unos reporteros que le preguntaron sobre el nuevo affaire de su padre. El chico no se detuvo, pero contestó con educación exquisita: “Son cosas que pasan. Tenemos que gestionarlo en familia, porque nos seguiremos queriendo igual”. Pablo Nicolás, el deportista estrella de la nueva generación del balonmano español, demostraba así su discreción y su sencillez. “Es para llevárselo a casa”, comentó una reportera rendida a sus pies.

Lo más curioso, es que papá Urdanga, al ser abordado en Vitoria y asaeteado con las mismas preguntas que los reporteros le habían hecho a Pablo Nicolás, respondió exactamente igual: “Son cosas que pasan, lo gestionaremos juntos, como hemos hecho siempre”. Sonaba a consigna familiar. Y digo yo: ¿copiaba el hijo al padre o era el padre el que copiaba al hijo?

Infanta Cristina

Guillermo Serrano Amat

La revista Lecturas se estrenó el miércoles con unas fotos de Ainhoa e Iñaki caminando de la mano por la playa de Bidart. No era la primera vez que lo hacían. En Bidart los primos han compartido baño y juegos, y la infanta Cristina se ha sentido arropada por las chicas Urdangarin y le han hecho un sitio en la mesa.

Cuando aún no habían transcurrido 24 horas de la publicación de las fotos en Lecturas, se difundió la noticia de que Iñaki le había pedido el divorcio a la infanta, petición denegada por parte de Cristina, quien, a decir de los allegados, sigue igual de enamorada que el primer día.

Resumiendo: la infanta dijo no y todo volvió a su ser pero la infanta dijo “no” y todo volvió a su ser.

La infanta Cristina sigue viviendo en Ginebra, donde trabaja en la Fundación Aga Khan (del, buen amigo del Emérito. Con la infanta está su hija Irene que todavía va al colegio (no tiene más que cruzar la calle). Cristina de Borbón siempre ha llevado con educación el encuentro con periodistas, Saluda con la sonrisa y agacha la cabeza en señal de respeto.

En muchas ocasiones no puede reprimir ese gesto de tristeza que está al borde de la lágrima. Todo empezó muy bien el día que se conocieron, en Atlanta, cuando ella lo vio de lejos y alborozada preguntó: ¿Quién es el rubio…? El rubio era él y faltaba poco tiempo para que los dos empezaran una hermosa historia de amor, hoy a punto de derrumbarse.

Todos hemos recordado estos días la biografía sentimental de Iñaki, primero con Carmen Camí, de Puigcerdá, a la que dio plantón para irse con la infanta. Después de Carmen vinieron otras, y otras más. Hasta se encapricho de la mujer de un amigo y sus emails dieron la vuelta a España.

Durante bastante tiempo a la infanta se la veía radiante, pues no cabía en sí de felicidad. El mismo día de la boda, al salir de la catedral, Iñaki y Cristina comenzaron una vida nueva. Una o ninguna, piensan algunos. Y es que con Iñaki también llegó el escándalo: los títulos, los negocios, el Instituto Noos, la venta del palacete de Barcelona y al final, la salida escopeteada a Washington y más tarde, a Ginebra.

La infanta Cristina, nunca ha vuelto a ser la misma. Se la veía recorriendo en silencio los comercios próximos a su casa, con la las ojeras infladas y la cabeza gacha. Echaba de menos su país y su familia, los recuerdos de Barcelona, el nacimiento de los hijos, los veranos en Mallorca, las amigas y sobre todo, a Iñaki, el deportista del que se había enamorado irremediablemente.

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