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Público Obligados a volver a casa de sus padres por la crisis del coronavirus: "Mi generación y las que vengan están condenadas"

madrid

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Alejandra de la Fuente / Amanda García / Jaime García-Morato

La crisis económica derivada del coronavirus ha perjudicado en especial a las personas jóvenes, disparando la tasa de paro juvenil y situando a España a la cabeza de la Unión Europea. De hecho, aunque los jóvenes de hasta 34 años apenas alcanzaban a ser el 25% de todos los asalariados, supusieron más de la mitad de los despidos en marzo de 2020 cuando se estableció el estado de alarma, debido, entre otras cuestiones, al alto índice de temporalidad en el que se encuentra en este rango de población. La gran cantidad de despidos ha supuesto que muchos de los jóvenes que habían conseguido independizarse hayan tenido que volver a casa de sus padres guardando en su maleta no solo su ropa y sus libros, si no también su proyecto de vida.

De hecho, en julio del 2020, solo tenía empleo el 33,5% de las personas de entre 16 y 29 años, según los datos de la EPA. Ahora, los trabajadores mayores de 50 años ya han recuperado el nivel de empleo que tenían antes de la pandemia, situación que contrasta con la de los jóvenes menores de 25 años, que han perdido uno de cada cuatro empleos de los que tenían durante la crisis, según un informe de Asempleo, una gran empresa dedicada al trabajo temporal.

Reiniciar la vida de nuevo

Ot Ramón (27 años) trabajaba en un call center (centro de gestión de llamadas telefónicas) en Barcelona para el proyecto de Airbnb Costumer Service como supervisor y llevaba independizado desde el 2017. Concretamente, antes de que estallara la pandemia vivía solo en un apartamento de 25 metros cuadrados pagando un alquiler de 675 euros más gastos. En pleno estallido de la covid Ot fue despedido de su empresa la segunda semana de marzo del 2020 y, aunque consiguió encontrar un empleo para irse a trabajar en Grecia, a los pocos días le notificaron que finalmente no le contrataban por la situación de pandemia.

"Me quedé sin dinero con una mano delante y otra detrás"

"Como había encontrado un trabajo en Grecia, me acerqué a la oficina del SEPE para decir que ya no me hacía falta el paro porque me marchaba del país, pero cuando me notificaron que finalmente no me contrataban ya estaba el estado de alarma y no pude ir a reclamar el paro, por lo que me quedé sin dinero con una mano delante y otra detrás. Tenía cero ingresos, pero deudas de la universidad, del piso, tenía que pagar la luz del mes siguiente... Así que tuve que correr a casa de mis padres", cuenta a Público.

Público Obligados a volver a casa de sus padres por la crisis del coronavirus:

Ramón explica que fue "muy duro" tener que volver. "Es como una derrota, tú estás viendo a tus colegas, a la gente de tu alrededor, que no lo están consiguiendo y tú sí y de golpe se cae. Mis padres sabían que no estaba en mi mejor momento y me arroparon mucho", narra. Tras probar suerte en España consiguió trabajo en Portugal de algo muy similar a lo que estaba haciendo en España y actualmente reside y trabaja allí, cobrando 18.000 euros anuales, pero sin pagar residencia porque la empresa pone vivienda a todos sus empleados.

Peor suerte que Ramón han tenido Valle (29 años) y su pareja. Ambos trabajaban antes de la llegada del coronavirus y tenían trabajos tan estables que decidieron buscar un bebé, sin éxito. A los pocos meses ambos se quedaron sin trabajo y tuvieron que volver a casa de sus respectivos padres porque no conseguían trabajo y las facturas les ahogaban. En la actualidad viven separados y buscan la manera de volver a encontrarse.

Jóvenes doblemente castigados

El tener que retornar a casa de los padres es algo que los millennials(nacidos entre 1981 y 1993) ya conocían. En el año 2008, cuando la crisis comenzó a destruir puestos de trabajo, hubo jóvenes que se vieron sin nada y tuvieron que volver a casa de sus padres, cuando apenas llevaban tiempo disfrutando de su propia vida. Ahora, algunos de esos jóvenes han tenido que revivir lo que ocurrió hace más de diez años, como es el caso de Patricia, que consiguió independizarse en el año 2010 (con 23 años), pero en el año 2012 tuvo que regresar a casa de sus padres porque fue despedida. Y vuelta a empezar en el año 2020, cuando volvió a ser despedida por la crisis derivada de la pandemia y tuvo que regresar de nuevo con sus padres.

"Me doy cuenta de que nunca he tenido estabilidad laboral"

"Yo vivía sola, pero justo antes de que comenzase la pandemia conocí a un chico. Cuando me despidieron volví a casa de mis padres, pero a los pocos meses este chico y yo decidimos que me fuera a vivir con él mientras buscaba trabajo. De momento sigo intentándolo, pero la cosa no está nada fácil. La verdad que es terrible porque con estas cosas me doy cuenta de que nunca he tenido estabilidad laboral, te das cuenta de que mi generación y las que vengan están condenadas", explica Patricia.

La generación 'boomerang'

"La vida de muchas de estas personas se puede comparar con la de un tablero de juego de mesa"

La psicóloga Laura Pérez explica a Público que a los millennials se les denomina la 'generación boomerang', porque muchos jóvenes vuelven a casa tras independizarse, algo que también está afectando a otras generaciones más jóvenes como es el caso de la generación Z (nacidos entre 1994 y 2010). "La vida de muchas de estas personas se puede comparar con la de un tablero de juego de mesa, hay algunos que tienen que volver a la casilla de inicio y esto puede generarles mucha frustración porque ya son adultos, con sus vidas hechas, y tienen que volver a depender de sus padres".

Pérez cuenta que el hecho de que tengan que volver a casa de sus padres puede afectar de forma significativa a su autoestima, ya que muchos sienten que han fracasado. "Esto puede reflejarse de manera agresiva, a través de la ira, que puede desembocar en problemas en la convivencia", asegura. No obstante, la psicóloga anima a que, quienes sufren esta situación, no caigan en la autodestrucción y se lo tomen como "un alto en el camino" para ahorrar e, incluso, hacer una parada mental. "Hay que tomárselo como un paso atrás para coger fuerza, como un bache, pero nunca creer que es el final".

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