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La muerte de un padre y la desesperación de un hijo: Cómo el COVID trastornó a una familia

MENIFEE, Calif. —

Se hizo luchador porque su padre lo era. Pensaba trabajar en la misma central eléctrica que su padre cuando se graduara.

Por todas sus afinidades parecía apropiado que compartieran el mismo nombre: Anthony Michael Reyes.

Entonces, el verano pasado, el COVID-19 arrasó con la familia Reyes. En pocas semanas, Anthony padre había muerto.

Desde entonces Anthony Jr. rara vez dormía. Cada vez que cerraba los ojos, veía a su padre en una cama de hospital. Mantenía las luces encendidas en su habitación. Contenía las lágrimas para poder consolar a su madre y a sus dos hermanas.

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Toda su vida había querido ser como su padre. Ahora, a los 17 años, le tocaba serlo. Si su hermana pequeña no se encontraba bien, se quedaba con ella. Si su madre tenía algo que hacer, él estaba allí para ayudarla.

Incluso antes de la muerte de su padre, el adolescente había hecho una tarea escolar donde narraba el dolor de la vida durante la pandemia.

“El coronavirus me afectó de muchas maneras, y la forma en que la pandemia me perjudicó más fue a través de mi estado mental”, escribió en agosto de 2020. “Con todo cerrado, cada vez me era más difícil quedarme en casa y sentir la depresión”.

La pandemia, que parece prolongarse cada vez más, ha agravado la crisis de salud mental de los jóvenes de todo el país.

En un aviso de salud pública emitido el mes pasado, el Cirujano General de Estados Unidos, Vivek H. Murthy, escribió que “el número aterrador de muertes provocadas por la pandemia, la sensación generalizada de miedo, la inestabilidad económica y el distanciamiento físico forzado de los seres queridos, los amigos y las comunidades, han exacerbado el estrés sin precedentes al que ya se enfrentaban los jóvenes”.

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California

Surgeon general warns of emerging youth mental health crisis in rare public advisory

The advisory is to call attention to a “youth mental health crisis” and recommend resources to call on and actions to take.

Alrededor de 167.000 menores de 18 años han perdido a uno de sus padres o a otra persona de su hogar a causa del COVID-19, según un informe de diciembre realizado por investigadores de COVID Collaborative y Social Policy Analytics. Los niños negros y latinos experimentaron más del doble de pérdidas que los niños blancos.

“La juventud estadounidense ha vivido uno de los aumentos de mortalidad más históricos y sin precedentes por los que haya pasado nuestro país en décadas”, dijo Emily Smith-Greenaway, profesora asociada de sociología y ciencias espaciales en la USC que el año pasado fue coautora de un estudio sobre COVID-19 y la muerte de los padres.

“Está claro que necesitamos intervenciones, programas y servicios para abordar realmente la mala salud mental de los jóvenes como resultado de todo lo que han soportado”.

Anthony Jr., conocido por su familia como Papi, odiaba la cuarentena.

El muchacho de ojos brillantes dejó de luchar. Fue un gran golpe para el adolescente, que había quedado segundo en su último torneo. No podía ver a su novia, “y eso era una tortura para él”, dijo su madre, Stephanie.

La familia tuvo que ser cuidadosa a medida que la pandemia se agravaba. Anthony padre tenía una enfermedad cardíaca, Anthony hijo padecía asma y Stephanie tenía lupus y artritis reumatoide, todas ellas condiciones de salud que les hacían más propensos a enfermar gravemente si se infectaban con el virus.

La muerte de un padre y la desesperación de un hijo: Cómo el COVID trastornó a una familia

Cuando Anthony padre regresaba a su casa en el condado de Riverside de su trabajo como operador de una central eléctrica, se quitaba la ropa en el garaje, la metía en la lavadora y luego se duchaba. La familia se llenaba de desinfectante de manos y Lysol.

Al principio de la pandemia, Anthony Jr. se levantaba de la cama minutos antes de que empezaran las clases de Zoom. Se suponía que los alumnos debían seguir vistiendo sus uniformes, pero a veces el adolescente se presentaba en pijama, recuerda Cheryl Bennett, asistente de maestro.

“El coronavirus representó una carga para mí porque me obligó a distanciarme de mis amigos y de mi novia”, escribió en el periódico de agosto de 2020. “Eso fue lo que me causó la depresión, pero luego por suerte mejoré y gracias a eso hoy me siento feliz”.

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Anthony Jr. volvió a las clases presenciales en la Academia Santa Rosa en agosto. Había visto a su hermana Marissa, que es 13 meses mayor que él, perderse su último año de clase sin poder ver a sus compañeros y estuvo emocionado por volver a la escuela.

En clase, Anthony Jr. -a quien se le diagnosticó un trastorno por déficit de atención e hiperactividad- era un “gran cúmulo de energía”, pero respetuoso con sus profesores. Recibía ayuda individual de Bennett, lo que le ayudaba a mantenerse en el camino.

Aunque el adolescente solo medía 1.70 metros, se apresuraba a defender a cualquiera que tuviera problemas.

Cuando la madre de un compañero de clase murió de COVID el pasado febrero, Anthony Jr. le ofreció su apoyo. Cuando el hermano de Bennett falleció durante la pandemia, el adolescente le envió un mensaje preguntándole si necesitaba algo.

“Fue muy, muy, muy empático y cariñoso”, dijo Bennett.

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Mientras continuaba estudiando, sus padres ultimaban la compra de una casa de cinco recámaras en Menifee. Sus hermanas tendrían cada una su propia habitación. Él iba a ayudar a su padre a arreglarla.

El 27 de agosto, Anthony Jr. asistió a la primera competencia deportiva del año escolar 2021. Poco después, la familia recibió un aviso de la escuela: Uno de sus hijos había estado en contacto con alguien que había dado positivo.

Recibieron las llaves de su nueva casa cuatro días después. Para entonces, todos tenían COVID.

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La familia no se vacunó debido a la preocupación por sus estados de salud y el temor a los efectos secundarios en sus hijos. Los expertos afirman que las vacunas COVID-19 son generalmente seguras para personas como ellos, que tienen más razones para inocularse debido a su vulnerabilidad a las enfermedades graves.

A pesar de sentirse mal, Anthony padre, siguió cargando las pertenencias de la familia en el camión U-Haul estacionado en la entrada de su casa, desesperado por hacer realidad su sueño.

Al cabo de una semana, estaba conectado a un respirador artificial.

El 11 de septiembre de 2021, Anthony padre murió.

Anthony Jr. y su padre eran grandes amigos.

Si sus hermanas se burlaban de él, su padre se ponía del lado de su hijo y viceversa. Siempre eran mujeres contra hombres. Padre e hijo compartían la misma sonrisa y risa contagiosa.

“Era igual que Anthony”, dijo la hermana de Stephanie, Nicole Mulgado. “Era como una copia”.

Cuando el hospital permitió que solo dos personas entraran a ver a Anthony padre en la sala COVID después de su muerte, Anthony hijo suplicó poder ir. Fue entonces cuando el adolescente vio la sangre acumulada en el rabillo del ojo de su padre. Nunca pudo borrar la imagen de su mente. Algunas noches, iba a la habitación de su madre para que lo abrazara.

Cada mañana y cada noche, antes de acostarse, Anthony Jr. besaba la urna de su padre.

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“Mis hijos han perdido a su padre. No puedo hacer que ese dolor desaparezca para ellos”, dijo Stephanie. “Pero mi hijo, estaba más preocupado por nosotros que por él mismo”.

Suicide prevention and crisis counseling resources

If you or someone you know is struggling with suicidal thoughts, seek help from a professional and call the National Suicide Prevention Lifeline at 1-800-273-TALK (8255). Text “HOME” to 741741 in the U.S. and Canada to reach the Crisis Text Line.

Ahora, siendo una familia de cuatro miembros, se mudaron a su nueva casa. Utilizaron una pistola de grapas para sujetar las cortinas de la sala. No arreglaron el cerco como habían planeado.

Anthony Jr. decidió no luchar. No podía hacerlo sin su padre, que había estado en todos los partidos animándole.

Cuando los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses, la familia empezó a reconstruirse. Comenzaron a arreglar la casa, como una forma de honrar a Anthony padre. Reyna y Anthony hijo fueron a la fiesta de bienvenida. En diciembre, Marissa luchó con su hermano menor y sus risas resonaron en la casa como en los viejos tiempos.

“Estábamos empezando a recuperarnos un poco de la pérdida de mi marido”, dijo Stephanie, de 37 años.

Pero a veces, Anthony Jr. se culpaba a sí mismo por haberse enfermado en la escuela y traer el virus a la casa.

Otros días, le gritaba a las fotos de él y de su padre que estaban impresas en una cobija que le regaló su abuela: "¿Por qué nos dejaste?”.

Stephanie intentó que sus hijos recibieran ayuda, pero los tiempos de espera para la terapia se alargaban durante meses.

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El 27 de diciembre, Anthony Jr. fue al gimnasio con su mejor amigo. Llegó a casa justo antes de las 20:30 horas. Dio las gracias a su hermana pequeña por poner la ropa de cama en la secadora, se despidió de su madre y le dijo que la quería.

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A las 4 de la mañana, Stephanie se despertó de golpe. Mientras bajaba por agua, vio la luz bajo la puerta de su hijo. Tocó y entró.

Dentro de la habitación, decorada con las gorras de los Dodgers de su padre, una cruz del servicio funerario y almohadas que aún conservaban el olor de su padre, Anthony Jr. se había quitado la vida.

Anthony Jr. no dejó una nota explicando su desesperación. Pero había soportado una pandemia, la pérdida de su padre, el dolor del aislamiento y los sinsabores propios de la adolescencia.

Para Stephanie, la única persona que habría comprendido el dolor de perder a su hijo era su marido.

“Hace cinco meses, tenía a toda mi familia completa, a salvo”, dijo, con el cuerpo temblando por los sollozos. “El dolor de perder a un mejor amigo es malo. Pero perder a mi bebé es el peor dolor que he sufrido nunca”.

× VIDEO | 01:37Stephanie Reyes grieves the loss of her son, Anthony Reyes. Jr.

A grieving mother has so many questions after her son takes his life. ‘I don’t understand,’ she says.

En el interior de la casa de los Reyes, los collages enmarcados que se usaron en el servicio fúnebre de Anthony padre se encontraban apoyados en la entrada.

Ahí estaban padre e hijo en la central eléctrica, ambos con cascos y sonriendo.

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Allí estaba Anthony padre con los brazos alrededor de sus hijas durante un baile de padre e hija. Había estado en una misión de trabajo y no pudo conseguir un vuelo para regresar. Condujo siete horas para no perdérselo.

California

Youth mental health crisis: What parents should watch for

Young people are experiencing an alarming increase in mental health challenges, the U.S. surgeon general has said. Here’s what you should know.

“Mi padre también era mi mejor amigo. Cuando falleció, Anthony se quedó con ese papel”, dijo Reyna. “Tuve a Anthony conmigo para asumir ese rol, algo así como mi padre. Ahora que ha fallecido, va a ser un poco más difícil”.

Tras la muerte de Anthony Jr., la madre de Stephanie, Carmen Amador, pasó horas al teléfono intentando conseguir asesoramiento para su hija y sus nietas. Calcula que habló con unas 50 personas antes de encontrar a alguien con disponibilidad.

Stephanie, Marissa y Reyna se reúnen ahora con un terapeuta una vez a la semana. Después de la primera sesión, Reyna dijo que se sentía mejor que antes.

La familia se está preparando para un segundo servicio fúnebre. Stephanie aceleró la entrega del anillo de la generación escolar de su hijo, que había diseñado con su padre. En un lado está la bandera mexicana y en el otro, dos luchadores.

El afligido hijo había pedido que se añadiera el nombre de su padre en el interior del anillo, para “estar con él todo el tiempo”.

Tiene previsto colocar el anillo en el dedo de su hijo. Así podrá llevarlo al menos por una ocasión.

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