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De la solución a una dictadura al fin del bipartidismo

La elección de Misael Pastrana fue una de las más controvertidas en el Frente Nacional. / Archivo

A pesar de haber sido un golpe de Estado, la llegada del general Gustavo Rojas Pinilla al poder en 1953 fue tomada en un principio con gran optimismo. Los conservadores , excepto los laureanistas, y los liberales vieron en la dictadura militar una oportunidad para salir de la violencia que se había exacerbado en el mandato de Laureano Gómez. Tal fue el optimismo por el ascenso del militar al poder que se llegó a decir que la acción para hacerse con la presidencia fue un “golpe de opinión”, expresión acuñada por Darío Echandía, importante líder liberal de la primera parte del siglo XX, como justificación para la acción en la que se depuso a Gómez.

Este no fue el único intento de legitimar el mandato militar. Miembros de ambos partidos participaron en una Asamblea Constituyente, cuya convocatoria venía desde el gobierno de Gómez, para nombrar a Rojas como mandatario por cuatro años (1954-1958). En este caso, ninguna elección democrática hizo parte de la consolidación de este órgano, pero igual sirvió para hacer reformas como otorgarles el voto a las mujeres, una medida que hizo pensar que el dictador contemplaba su mandato como de transición. Sin embargo, ya establecido en el poder, “la luna de miel no duró mucho tiempo”, como explica David Bushnell en su libro “Colombia, una nación a pesar de sí misma”. Hubo censura a la prensa, se reactivó la violencia, los liberales fueron nuevamente relegados del poder y las acciones autoritarias fueron cada vez mayores. Además, el militar dejó claro su deseo de permanecer en el poder por más tiempo.

Aunque el “Estado cristiano y bolivariano” propuesto por Rojas Pinilla tenía varios adeptos, sobre todo de las clases populares en las que caló el discurso en contra de la “oligarquía”, la clase política tradicional, representada en las élites de los dos partidos (Conservador y Liberal), superó el optimismo inicial y se unió con el objetivo de recuperar el poder en el país. Las negociaciones comenzaron en España, donde estaba Laureano Gómez exiliado. Allí, este y Alberto Lleras Camargo establecieron los pasos para la transición democrática, acuerdos que quedaron consignados en el Pacto de Benidorm. En este texto, como señala Javier Duque en su artículo sobre el Frente Nacional, se estableció las prioridades: “el retorno a las formas institucionales democráticas perdidas, la búsqueda de fórmulas para superar la violencia, el respeto de las libertades y la acción conjunta de los partidos a través de una sucesión de gobiernos de coalición”

Luego este acuerdo se profundizó con el Pacto de Marzo, firmado en 1957, y que fue acompañado de un clima de inestabilidad política en Colombia en contra del régimen, esto incluyó una huelga general y protestas estudiantiles, que terminó con la renuncia de Gustavo Rojas Pinilla el 10 de mayo de 1957. Pocos meses después se firmó el Pacto de Sitges, en el quedaron consagrados los principios básicos del Frente Nacional: alternancia de los partidos en la Presidencia, la repartición por igual entre liberales y conservadores del Ejecutivo -repartición 50-50 de los escaños en los órganos legislativos- y la repartición por igual de los cargos en la justicia. Todo esto fue refrendado por los colombianos en el plebiscito celebrado en diciembre de 1957.

La elección más importante de la segunda mitad del siglo XX no fue presidencial, sino que su objetivo fue recuperar el orden democrático suspendido por Rojas Pinilla. El historiador Álvaro Tirado Mejía destacó este proceso debido a que fue “un periodo definitivo de la historia de Colombia. Fue una elección novedosa. Fue la primera vez que se utilizó el plebiscito y en la que la mujer participó como votante”. Con una participación extremadamente alta para la época, más de cuatro millones de colombianos dieron su aval para la creación del Frente Nacional. El siguiente llamado a las urnas fue en mayo de 1958, en el que se confirmó el acuerdo bipartidista con la elección del liberal Alberto LlerasCamargo. Este obtuvo casi el 80% de los votos, mientras que una disidencia conservadora, a la cabeza de Jorge Leyva Urdaneta, obtuvo el 19,7%.

Las elecciones del Frente Nacional , que primero fue proyectado para 12 años pero luego fue extendido hasta los 16, no tuvieron mayores incidencias. Lleras Camargo fue sucedido por Guillermo León Valencia. Este pasó a ser recordado en la historia por intentar frenar con los bombardeos las guerrillas campesinas heredadas del período de la Violencia. De una de estas acciones, el bombardeo a Marquetalia, fue que se dio el hecho fundacional de las Farc, en 1965. Desde años antes, la influencia comunista, acrecentada por la Revolución Cubana, y el sistema cerrado bipartidista que creó el Frente Nacional fue el caldo de cultivo para el origen de guerrillas como el Eln y las propias Farc. Pero las acciones armadas de Valencia, influenciadas por el anticomunismo estadounidense, terminaron consolidando estos movimientos insurgentes.

El conservador Valencia fue sucedido por Carlos Lleras Restrepo, quien fue reconocido por su intento de impulsar al país y sacarlo de su letargo económico. Este también reactivó el impulso reformista de Alberto Lleras y lideró una reforma agraria, que incluyó la creación de la ANUC (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos de Colombia) y un nuevo impulso de la redistribución de la tierra a través del Incora. Además, fue uno de los que se plegó y aprovechó la Alianza para el Progreso de los Estados Unidos para conseguir recursos e invertirlos en la modernización del país, que había sorteado un largo atraso por la violencia en la ruralidad. Sin embargo, en este gobierno corrió riesgo el Frente Nacional, todo gracias a Gustavo Rojas Pinilla, un viejo conocido.

El exdictador estaba de regreso en el país desde 1958. De inmediato fue juzgado por el Congreso y despojado de sus derechos políticos. No obstante, en cuerpo ajeno, este puso varias fichas en el Congreso al ser uno de los fundadores de la Alianza Nacional Popular (ANAPO) en 1962. Sin embargo, el movimiento tomó más fuerza cuando en octubre de 1967 la Corte Suprema de Justicia le devolvió los derechos políticos al antiguo general. Esto creó un reto inesperado para el Frente Nacional. En 1970, la última justa bajo el sistema acordado en 1957, Rojas Pinilla se presentó a las elecciones para enfrentarse a Misael Pastrana (candidato oficial del conservatismo) y los disidentes Evaristo Sourdís y Belisario Betancur. El reparto de votos conservadores y la gran popularidad del exdictador llevaron a una apretada elección en las que hasta hoy se habla de fraude.

La elección del 19 de abril de 1970 volvió a despertar el interés de un pueblo que ante el reparto equitativo del poder entre los partidos dejó de ir a las urnas. La participación en dicha jornada dobló las cuentas de las otras elecciones del Frente Nacional y en las calles se hizo evidente un apoyo popular a Gustavo Rojas Pinilla. Esto también se percibió en los primeros informes de la Registraduría, transmitidos por radio y televisión. Pero, a las 10 de la noche, el ministro de Gobierno Carlos Arturo Noriega suspendió los reportes radiales y los centralizó en los reportes oficiales. Desde esa hora y en adelante la tendencia se revirtió y el candidato Misael Pastrana pasó a liderar.

Para los partidarios de Rojas Pinilla y otros, la determinación del Ejecutivo sirvió para encubrir un fraude electoral. En cambio, para afines al candidato conservador, todo se trató de un malentendido por la tardanza en los votos rurales, como comentó el expresidente Andrés Pastrana, hijo de Misael Pastrana, a este diario para artículos anteriores: “En ese momento, el país se dividía entre lo rural y lo urbano, y siempre el conservatismo fue rural. Por eso, existía la frase de que el partido ganaba los lunes, cuando llegaban los votos de la provincia”. La tensión se sintió en los siguientes días, y se llegó a temer un nuevo Bogotazo, pero al final Pastrana fue el último presidente oficial del Frente Nacional.

Más allá de servir como excusa para la fundación del M-19, las elecciones del 19 de abril no tuvieron mayores repercusiones. Misael Pastrana tuvo plena libertad en su gobierno y esto se evidenció en que deshizo gran parte de los avances de Carlos Lleras en la reforma agraria con el Pacto del Chicoral. Aunque oficialmente el Frente Nacional se acabó en dicho gobierno, sus efectos se sintieron hasta 1986, inicio del gobierno de Virgilio Barco. Los mandatos de Alfonso López Michelsen (liberal), Julio César Turbay (liberal) y Belisario Betancur (conservador) se mantuvieron por la senda de gabinetes bipartidistas y de repartición burocrática. Los siguientes gobiernos a 1974 demostraron que el liberalismo era la fuerza política que predominaba en el país.

López Michelsen llegó en 1974 al poder tras regresar a las filas del partido del trapo rojo luego de estar en buena parte del Frente Nacional en la disidencia con su MRL (Movimiento Revolucionario Liberal). Aunque su mandato pintaba para ser reformista, al igual que su padre, Alfonso López Pumarejo, este se amoldó a las formas que se venían desarrollando durante 16 años de alternancia. En 1978 llegó al poder Julio César Turbay Ayala, reconocido como uno de los grandes caciques electorales regionales del liberalismo y quien se impuso a un intento de Carlos Lleras Restrepo por reelegirse. Los cuestionamientos por el Estatuto de Seguridad de Turbay y las divisiones en el liberalismo ante la postulación de Luis Carlos Galán y Alfonso López Michelsen hicieron que el conservatismo volviera al poder con Belisario Betancur.

A pesar de su extracción laureanista, Betancur destacó por su presidencia conciliadora y porque en su administración tuvo que hacerles frente a los primeros pasos de la violencia del narcotráfico, a la Toma del Palacio de Justicia y desastres naturales como la avalancha de Armero. El liberalismo solo estuvo cuatro años fuera del poder, pues Virgilio Barco se impuso en las elecciones de 1986. Su mandato trató de romper con buena parte de las formas frentenacionalistas y recuperó el gobierno de partido-oposición. También intentó llevar a cabo una reforma constitucional cuyo fracaso fue el impulso final para la convocatoria de una Asamblea Constituyente que originó la Constitución de 1991. Su gobierno también será recordado porque la violencia del narcotráfico y paramilitar mató a cuatro presidenciables, incluido Luis Carlos Galán.

En el gobierno Barco se celebraron dos elecciones importantes para la creación de una nueva Constitución. En primer lugar, las legislativas de 1990 fueron el espacio para que los colombianos con la Séptima Papeleta se expresaran a favor de una nueva Carta Magna. Luego, en las presidenciales de ese mismo año, en las que fue elegido el liberal César Gaviria, se confirmó de forma oficial la convocatoria constituyente. Ya en diciembre de 1990, con Gaviria como presidente, el país volvió a las urnas para escoger a sus representantes en el esfuerzo constitucional de 1991. Esto hizo que el gobierno de César Gaviria sea identificado con el proceso constituyente.

Además de ello, dicha administración pasó a los anales de la historia como la que lideró la apertura económica y la implantación del neoliberalismo en el país. César Gaviria fue seguido en 1994 por el también liberal Ernesto Samper. No obstante, este ya sufrió del desgaste natural de los varios años de su partido en el poder y tuvo que irse a segunda vuelta con el conservador Andrés Pastrana. Este proceso no tendría nada de raro si no fuera porque una semana después del segundo llamado a las urnas se conoció la posible entrada de dineros del narcotráfico a la campaña de Samper, más conocido como el Proceso 8.000. Esto implicó una inestabilidad política y de gobernabilidad que se sintió en los cuatro años de mandato y que incluso casi llevan al presidente liberal a la renuncia.

Esto implicó un gran descrédito al Partido Liberal, pero no fue suficiente para que en 1998 Andrés Pastrana llegara al poder en primera vuelta. Horacio Serpa, antiguo ministro de Samper, ganó las elecciones de mayo, pero el resultado no le alcanzó para llegar a la Casa de Nariño. En una segunda vuelta, Andrés Pastrana desequilibró la balanza con los anuncios de las Farc de que negociarían un acuerdo de paz. Los cuatro años de mandatos del delfín estuvieron marcados por el extenso y fallido proceso del Caguán. En el cierre del siglo XX colombiano se sintió la violencia de esta guerrilla y del paramilitarismo. Este clima, en el que Colombia figuraba como un Estado fallido a nivel mundial, fue la tierra fértil para que en los 22 años del siglo XXI se enterrara el bipartidismo y el ambiente político fuera dominado por un nombre: Álvaro Uribe Vélez.

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