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En el barrio con Omar Montes: "Si mi abuela se muere, aunque sea número 1, dejo la música"

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La pintada junto a un telefonillo desmembrado de un bloque de viviendas sociales en Pan Bendito ya advierte de lo que se viene: «Omar Montes. Tus canayas te queremos». Se viene la historia que nunca es en un barrio obrero del sur de Madrid con una de las mayores tasas de delincuencia juvenil. Pero que esta vez sí fue.

Se viene la historia de un niño, hijo de gitana e irakí, al que le abrieron la cabeza incontables veces y la profesora le vaticinó la cárcel o la muerte, la de un ordenador en la basura que arrancó una carrera y la del cantante español más escuchado en Spotify en 2020 sin salir del barrio. «Es el cuento de la Cenicienta, pero en vez de zapatos, hay música». Lo dice Omar, protagonista de El Principitoes Omar Montes, la docuserie que este viernes estrena Prime Video, pero podría firmarlo cualquiera.

Este cuento empieza en el portal, bajo el grafiti con su nombre, con una vecina.

-Hola, Omar. ¿Cómo estás, hijo?

-Aquí, echando el día. ¿Tú qué tal?

-Pues tirando, que se acaba de morir mi padre.

-¡No me digas! Ya se me ha jodido el día. Voy a rezar por él y cualquier cosa, ya sabes donde estamos.

La conversación es una cualquiera entre vecinos, lo anormal es que uno de ellos sea una estrella de la música y aún viva, con 33 años, con su madre y sus abuelos en un piso de 60 metros frente a un descampado. «Ahí y en ese parque he echado unos cuantos ratos», va relatando camino del bar Tormis, un recorrido de apenas 100 metros con más paradas que el bus del barrio.

Que si una vecina que hace tiempo que no le ve y lo guapo que está, un par de chavales en una mesa con una cerveza que preguntan por su último tema, una camarera que si le pone el zumo de todos los días.

-¿Esto es así siempre o es porque venimos contigo?

-No, no, así todos los días. Tienen un vecino famoso y se preocupan.

Y se ríe mucho cuando se le pregunta si no piensa en mudarse. «Estuve mirando unos chalets que están bien ahí al lado en la Colonia de los Periodistas, pero eran de película de miedo y para eso me quedo donde estoy».

Con Omar Montes uno no sabe por donde va a salir. Cuando se le pregunta qué sintió cuando le llamó la familia de Camarón por su éxito: «Te sientes un Séneca, el puto amo». Cuando se le pregunta por el bullying que sufrió en el colegio: «Con todo lo que me hicieron, ahora soy como Aquaman». Cuando se le pregunta si tiene algún enemigo: «No soy un billete de 500 euros, a alguien le caeré mal, pero yo no lo conozco». Y cuando se le pregunta por el famoso viaje al espacio de Jeff Bezos: «Sigo formándome, yo creo que para enero iremos. Hay que colonizar y luego ya ponemos ahí los estudios».

Omar, hay momentos en los que cuesta saber si nos vacilas o vas en serio.
No, no, yo siempre todo en serio.

¿Nos está vacilando o lo dice en serio? Imposible saberlo porque justo en ese momento se acerca la camarera para ofrecer una tapa de fideuá. «¿Nos apetece una fideuá así de repente? Na, que con el zumo no pega», declina casi al instante. Y ya puede empezar esta entrevista.

Omar, ¿por qué nunca te has ido de Pan Bendito?
Mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer. Aquí, en la humildad, está lo bonito, el día que cambie de hábitos y se me suba a la cabeza me voy a dar la gran hostia. Yo soy el número 1 por la humildad y la familiaridad porque a mí lo que me gusta es estar con mi familia y vivir con mi abuela. Al final, lo que a mí me pone arriba es mi forma de vida más que mi música.
¿Cómo es un día normal para ti aquí?
Hago todo la promoción, la música y el estudio, pero no sin desayunar con mi abuelo, ir a la compra con mi abuela o llevar a mi hijo al cole. Todo lo que hace un artista y las cosas que se van perdiendo, porque uno cuando está muy ocupado ya no se va con su abuela al súper, esas cosas se pierden. Por eso no me voy, porque si me voy no las voy a hacer.

En el barrio con Omar Montes:

La abuela materna es la figura clave, la que aparece en cada historia, por la que Omar Montes empezó en este mundo de la música. «Me gustaba echar el rato con mis amigos cantando, pero yo esto lo hago para agradar a mi abuela y mi madre, por honor familiar. Todo lo que hago en el estudio se lo mando a mi abuela, es mi filtro y me dice que mola mucho. Si mi abuela se muere, aunque sea el número 1, lo dejo porque ya no tendrá sentido. Yo hago las cosas por honor a mi familia y si ella ya no está para qué seguir, ya no tengo quien se vaya a sentir orgullosa de mí».

Si alguien está pensando en la típica abuela, Mari Ángeles no es esa abuela: escucha reguetón, drill y a Young Beef. «Está más puesta en música que los jóvenes», apunta su nieto, que se ha encargado de traerle a la mayoría de ellos para que los conozca. «Para grabar conmigo tienen que pasar el peaje, venir aquí y conocer el barrio, que la gente los vea, estar un día aquí. Primero se hacen los lazos y luego la música».

¿Cómo acaba alguien sin formación en música y con un ordenador de la basura produciendo y haciendo temas con sus colegas?
Somos flamencos, no conocíamos la industria, pero la música nos viene de padres a hijos, de abuelos a nietos. Somos autodidactas, tocábamos botones y eso sonaba. Le pones un cajón, unas palmas, una guitarra y cantas por encima. Fácil.

Cuando lo va explicando, lo parece, pero no lo es. Igual que no lo es tener un millón de visitas en tres días en Youtube con su último tema junto a Duki, Carita morena; acumular 108 millones de escuchas en Spotify en su colaboración con Bad Gyal, Alocao, o ser el artista más escuchado en España en 2020. «Me pongo contento 10 minutos, luego pienso en la siguiente. Soy muy dejado, me pongo contento porque lo está mi abuela y los chavales, porque ponemos Pan Bendito en el mapa. No puedes dejar que te invada mucha alegría porque cuando te pasas de famoso y te crees la super hostia es cuando te caes».

Alguna excentricidad de famoso tienes que tener.
No ostento comprando 300 botellas ni rodeado de tías guapas en la discoteca, porque no voy, y no quiero vivir en Miami, yo ostento yendo a comprar con mi abuela. Le regalo una cadena de oro, me pongo la mía y vamos al Dia del barrio llenos de oro y con relojes Rolex. Las señoras flipan, son cosas de locos, de la familia Montes, pero me lo paso bien así.

Pero hubo una época en la que Omar Montes no lo pasó tan bien. Su infancia fue una paliza continuada, una profesora que le veía más cerca de la cárcel que de la fama y una familia que no sabía qué hacer para frenarlo. «Cuando mi profesora me decía que iba a acabar muerto o en la cárcel, yo le decía que no, que iba a ganar más dinero que ella. Pero porque soy así y al final me he tenido que sobreponer a muchos palos, das con otro niño, le hundes y se acaba suicidando».

¿Por eso haces charlas sobre bulliying en colegios?
Todas las semanas vamos a los más conflictivos, que es donde más ayuda hace falta. Los profesores no pueden con los muchachos y no saben cómo hacerlo porque les enseñan Lengua y Matemáticas, pero no a tratar a sus alumnos. Yo intento arreglar lo que puedo porque a mí también me hubiese gustado que un chaval viniera y pusiera a los profesores en su sitio. Yo no sólo escucho a los profes, escucho a los chavales.
¿A ti quién te escuchaba?
Mi familia, me han visto tan hecho polvo y ahora tan bien que no se lo pueden ni creer. Imagínate qué satisfacción es ver a un niño tan desdichado, con la ropa rota y lleno de sangre siendo ahora el número 1.

Ese niño, con 13 años, ya conducía, llevaba a yonquis de su barrio a pillar droga a Valdemingómez y le detuvo la policía. «Me amenazaban y me extorsionaban, pero al ser tan pequeño y ver lo hecho mierda que te deja la droga y el alcohol se me quitó la gana de probarlos. Parece que para ser guay y pegar en la música hay que salir borracho con chicas en una discoteca, pero yo ni voy a las discotecas».

Hoy sigue haciendo la compra a sus vecinos sin recursos y dando 50 euros a chavales del barrio para que la repartan. «A mí no me cuesta nada y van teniendo sus ingresos. Por gastar unos miles de euros no tengo problema y a mis vecinos les arreglo la vida. Ya me vendrá por otro lado, siempre me pasa. Cuanto más reparto, llega mi mánager y me dice que me van a pagar tanto por una canción. Yo reparto pero todo me vuelve».

¿El karma?
Yo creo mucho en Dios y creo que todo lo bueno que haces, Dios te lo devuelve a ti. Anoche no dormí porque le daban a mi abuela una prueba para ver si tenía metástasis o no y me tiré toda la noche pidiendo a Dios para que mi abuela no tuviera nada. Le prometí que si era así iba a liar una fuerte de cosas buenas. Dios me lo concedió porque me ha llamado mi abuela a las 10 de la mañana que el médico le había dicho que estaba sana. No dormí, pero ya estoy tranquilo y luego me echo la siesta.
Pero no es habitual aún así que la gente reparta con sus vecinos
Si todos los artistas lo hicieran, nadie pasaría hambre. Yo puedo ayudar a mi barrio, pero no puedo con toda España. Pero la gente va a lo suyo, mira su bien y su convenio y pasa del prójimo. Si miraran un poco al de fuera y se dieran un paseo por su barrio...

«Hay que ir acabando que no llegamos», apunta su representante. Pero aún hay tiempo para un aviso, una predicción y una escena. «Dios está hasta los cojones y nos manda historias porque estamos contaminando todo el rato, hay muchas cosas que cambiar porque sino nos va a dar un susto gordo».

Ese es el aviso; esta, la predicción: «El próximo año o el que viene vamos a tener contacto con seres de otro mundo, acuérdate».

Y cierra la escena: Omar sale del bar, un coche frena en el semáforo, bajan tres hombres y una mujer, le piden un selfie y vuelven a arrancar. «Son los secretas del barrio que me conocen y les mola lo que hago».

El Principito.


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