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Sinpatron, la firma del Casco Viejo que no sigue las normas y convierte la moda en diversión

MARÍA CALVO

En el entramado medieval de las Siete Calles, justo al lado de la Catedral de Santiago, existe un rincón que siempre ha estado vinculado al mundo de la moda. Muchos nostálgicos se acordarán todavía de los Almacenes San Ignacio, una tradicional tienda de batas y ropa para bebé situada en la calle Carnicería Vieja 20. Ahora, detrás de un solemne escaparate que encierra el encanto de la arquitectura de antaño, se abre paso un local muy personal que sigue manteniendo vivo el espíritu de la costura. «Conservo el letrero antiguo y sigue sonando la campanita al abrir la puerta», nos cuenta Alberto Etxebarrieta, una 'rara avis' en el mundo de la moda que, por convicción, prefiere ir a contracorriente de la frenética industria actual. Este bilbaíno de reconocible imagen fundó su propia firma por casualidad, sin pretensiones y con el único propósito de divertirse. Así, nació Sinpatron hace ahora 15 años.

Pero como se suele decir, las casualidades no existen. Tras estudiar Turismo casi por obligación paterna y probar suerte en disciplinas artísticas como la escultura, la fotografía o el cómic, el destino le tenía reservado un lugar para trabajar entre maniquíes, telas, bobinas de hilo y máquinas de coser.

Alberto reconoce entre risas que comenzó en esto «haciendo el crápula». Tuvo su primera incursión en Modorrra, una pasarela bilbaína de Moda Independiente en la que presentó una colección confeccionada con tejidos tan inusuales como unas cortinas de ducha. Aquella propuesta fortuita, unida a unas influencias heredadas de su paso por Londres y Edimburgo en los años 90, sentaron las bases de lo que hoy es Sinpatron. Alberto aprendió su oficio de manera autodidacta, moldeando sus diseños sobre un maniquí y prescindiendo de patrones previos, de ahí el nombre de la firma. Este también hace referencia a la libertad creativa que supone el hecho de no tener jefes, no tener 'patrones' que te corten las alas a la hora de crear. «Dependo de mí y solo de mí, eso es lo bueno y lo malo». Y todo, poniendo en relieve la 'perfecta imperfección' del ser humano que también ha querido plasmar en la forma de escribir 'Sinpatron': sin 'M', sin tilde y sin separación entre palabras. El universo de Alberto es tan coherente que, además, bautizaba todas sus colecciones con el prefijo 'Sin' (Síntesis, Sinfolclore…). Y hablamos en pasado, porque se dio cuenta que lo de diseñar por imposición y conforme dicta el calendario de la industria no iba con él.

Las dos etapas vitales de Sinpatron

Durante los primeros años, Alberto acarició la vertiente más frívola de la moda. Hacía dos colecciones anuales y las presentó en diferentes pasarelas como OFF Cibeles, EGO CMFW o Who´s Next de París. Además, ganó el premio al mejor diseñador en el Festival Internacional de Benicassim y a la mejor colección masculina en Creamoda de Bizkaia. Metido de lleno en esta vorágine, llegó a presentar la misma colección hasta ocho veces. «Me quemé. Llegó un momento en el que dije 'se acabó''. Desde entonces, simple y llanamente, comenzó a trabajar siendo fiel a sus principios. «Tengo un planteamiento muy honesto. No me he vendido a nadie ni a nada», reconoce. Algo digno de admirar en los tiempos que corren.

Sinpatron, la firma del Casco Viejo que no sigue las normas y convierte la moda en diversión

Su trabajo se caracteriza por la experimentación, poniendo siempre en relieve la labor artesanal ante la producción seriada de prendas. Sus diseños no son clásicos, tampoco necesariamente modernos ni difíciles. «Mis prendas son fáciles para aquellos que las quieran hacer fáciles. Lo natural y lo auténtico es muy fácil de defender». Reconoce que disfruta creando piezas superiores como abrigos o chaquetas y pone especial mimo en la calidad de su materia prima. Siempre que puede, Alberto se abastece del stock y los mejores tejidos que encuentra en el comercio local vizcaíno. También se permite ciertas licencias. «Una vez le compré a una señora unos 50 manteles y la pobre no entendía nada». Y es que tampoco le importa que sean las cortinas de un caserío o las telas de una mesa-camilla, él quiere seguir jugando con la moda sin perder su alma de niño. Su picardía con cierto punto gamberro le llevó hace años a diseñar un vestido de novia con la tela de un paracaídas recuperado de la II Guerra Mundial. «Era una alegoría, por si se estrellaba en el matrimonio». Alberto reconoce que le encanta sacar sonrisas y a las pruebas nos remitimos.

Las personas que cruzan el umbral de su boutique son aquellas que buscan la diferencia, que visten para ellas al margen de las tendencias, que compran con cabeza y que aún valoran las piezas únicas y el trabajo artesanal. Lo mejor de todo, es que quien prueba, repite. «A mi atelier acuden desde señoras de 50 o 60 años hasta los chicos más modernitos de 30». Además, también hace encargos para el mundo artístico. Una de sus últimas colaboraciones ha sido crear el vestuario de la obra musical y teatral 'Mastodonte', que protagoniza con enorme éxito el bilbaíno Asier Etxeandia.

Alberto Etxebarría y Asier Etxeandia a las puertas de Sinpatron

Los medios de comunicación han querido encumbrar la moda de una manera pretenciosa, sin embargo, Alberto Sinpatron huye de esa imagen estereotipada del diseñador estrella. Se considera 'muy normal, muy de su familia, de sus amigos y de su pareja' y cree firmemente que la industria tiene 'mucho que rectificar y pedir perdón'. De momento, él seguirá sus convicciones, regalando sonrisas, generando conciencia social, reinventando prendas nostálgicas e ideando nuevas genialidades. Todo, con su caniche Nietzsche siempre sobre su regazo-salvo cuando está con la máquina de coser porque 'no le gusta'- y desde un atelier amable, relajado y diverso donde todo el mundo es bienvenido.

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